miércoles, 19 de diciembre de 2012

DESPEDIDA

Ya se fue la luz,
en el mar se hundió.
Estaba de mí,
tan cerca contigo.
Adiós, amor.
Me dijo: soy la esperanza
y le abrí mi corazón,
y el fuego que había dentro
en la noche se perdió.
Esta soledad merezco
y merezco este dolor,
porque a cambio de palabras
nunca se abre el corazón.
Adiós, amor,
 despierta del sueño...

(Carlos Cano, In memorian)

jueves, 6 de diciembre de 2012

SUBE A NACER CONMIGO


Sube a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.

  Mírame desde el fondo de la tierra,

labrador, tejedor, pastor callado;

domador de guanacos tutelares;
albañil del andamio desafiado;
aguador de las lágrimas andinas;
joyero de los dedos machacados;
agricultor temblando en la semilla;
alfarero en tu greda derramado;
traed a la copa de esta nueva vida
vuestros viejos dolores enterrados.
Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,
decidme: aquí fui castigado,
porque la joya no brilló o la tierra
no entregó a tiempo la piedra o el grano;
señaladme la piedra en que caísteis
y la madera en que os crucificaron,
encendedme los viejos pedernales,
las viejas lámparas, los látigos pegados
  a través de los siglos en las llagas
y las hachas de brillo, así ensangrentado.
Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.
A través de la tierra juntad todos
los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche
como si yo estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena,
eslabón a eslabón, y paso a paso,
afilad los cuchillos que guardasteis,
ponedlos en mi pecho y en mi mano,
como un río de rayos amarillos,
como un río de tigres enterrados,
y dejadme llorar, horas, días, años,
edades ciegas, siglos estelares.
Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca.
Hablad por mis palabras y mi sangre.

(Pablo Neruda)


domingo, 2 de diciembre de 2012

SÉ LO QUE SIENTO

Pájaros que voláis alto, ¿sabéis cómo me siento? 
Sol en el cielo, ¿sabes cómo me siento? 
Brisa a la deriva, ¿sabes cómo me siento? 

Es un nuevo amanecer, 
es un nuevo día, 
es una nueva vida para mí 
y me siento bien. 

Peces en el mar, ¿sabéis cómo me siento? 
Río que corre libre, ¿sabes cómo me siento? 
Flor en el árbol, ¿sabes cómo me siento? 

Libélula bajo el sol ¿sabes lo que quiero decir?
¿lo sabes verdad?
todas las mariposas se divierten,
 ¿sabes lo que quiero decir? 
Dormir en paz cuando el día ha terminado 
¡eso es lo que quiero decir! 

Y este viejo mundo es un mundo nuevo 
y un mundo audaz para mí. 

Estrellas cuando brilláis, ¿sabéis cómo me siento? 
Aroma de pino ¿sabes cómo me siento? 
Oh, sí, la libertad es mía y sé lo que siento.
(Nina Simone)

domingo, 25 de noviembre de 2012

LAS ELECCIONES DE LOS ANIMALES

El león falleció, triste desgracia.
Y fueron con la más pura democracia
a elegir nuevo rey los animales.

Propagandas hubo electorales;
prometieron y prometieron los oradores
y... aquí tienen algunos electores:

Aunque parézcales a ustedes bobo,
las ovejas votaron al lobo.

Como son de buenos corazones,
al gato votaron los ratones.

A pesar de su fama de ladinas,
por la zorra votaron las gallinas.

La paloma inocente,
inocentemente votó a la serpiente.

Las moscas, nada hurañas,
querían que reinasen las arañas.

El sapo ansía y la rana sueña
con el feliz reinado de la cigüeña.

Como un gusano gordo,
a votar se encamina el topo.

El topo no se quejó,
pero su voto dió a la comadreja.

Los peces, que sucumben por la boca,
eligieron gustosos a la foca.

El caballo y el perro, no les asombre,
votaron por el hombre.

Y con dolor profundo
por no poder ir al trote,
arrastrábase un asno moribundo
a dar su voto al zopilote.

Querido lector que incongruencias nota,
dígame... ¿no hace lo mismo cuando vota?.

(Anónimo, fuente: Youtube)


domingo, 11 de noviembre de 2012

MARTÍN DE TOURS

       San Martín (316 al 397), Patrono del Barrio de Santo Domingo y San Martín, de Huesca, es en gran medida y como suele suceder en estos casos, personaje más bien desconocido para la gente de la calle. Tan solo “su capa y su mendigo” son referentes claros de su vida en ese dilatado discurrir hasta su muerte. Ahí va algún detalle más sobre sus gestas, según marcan la tradición y leyenda populares y cuyo día se celebra hoy 11 de noviembre:
Al empezar el siglo IV, la religión druídica de la Galia había perdido aquella vitalidad pujante con que la habían encontrado los ejércitos de César. De la mezcla de la mitología romana con la céltica se había formado una religión popular, adulterada aún más con fuertes importaciones de cultos exóticos venidos del Oriente. El cristianismo avanzaba con grandes dificultades, y la misma herejía se esforzaba por corromper en la misma fuente la evangelización del país. Para poner orden en este caos religioso, Dios suscitó un hombre que debía realizar la triple misión de establecer la vida monástica en las Galias, evangelizar los campos y defender en todas partes la pureza de la fe.
De nombre Martín. Había nacido en la región occidental del Danubio, Panonia, de padre pagano, que ostentaba en el ejército el grado de tribuno militar. Recibió en Pavía una esmerada educación, y allí conoció la religión cristiana. A los diez años se agrega al número de los catecúmenos, y algún tiempo después, manifiesta la intención de huir a un desierto. Siente el anhelo de practicar el evangelio integral. Para librarle de las influencias cristianas, su padre le hace soldado contra su voluntad y le incorpora al arma de caballería, y nos dice su historiador, Sulpicio Severo, que supo conciliar sus nuevos deberes con las aspiraciones de su alma, haciendo una vida de monje y de soldado, casta y sobria, amable y valerosa. Como hijo de oficial, tenía derecho a una ordenanza, del cual quiso hacer un amigo: comía con él, le servía en la mesa y hasta le limpiaba el calzado. Caritativo con todos, pasando por Amiéns, parte con su espada, en pleno invierno, la clámide, para dar la mitad a un mendigo; y la noche siguiente ve en sueños al Salvador vestido con aquel fragmento de su manto y oye de Él estas palabras: «Martín, todavía catecúmeno, me has dado este vestido.» Poco después, por la Pascua del año 339, recibe el bautismo.
A partir de este tiempo, no piensa ya sino en dejar el mando de sus dos cohortes y entregarse exclusivamente al servicio de Dios. Pensaba que un cristiano no puede derramar la sangre de sus semejantes ni siquiera en la guerra. Llamado por el emperador Constante en 341 con motivo de una invasión de los francos para recibir de su mano una gratificación, la rehúsa, diciendo:
—Hasta ahora he llevado las armas por ti; permíteme que en adelante las lleve por Dios.
—Eres un cobarde—le dijo el emperador, irritado—; dejas la milicia porque tienes miedo al combate de mañana.
—Para que veas que no es ése mi pensamiento—respondió Martín—, mañana me colocaré en la primera línea de combate, y sin armas, en el nombre del Señor, protegido por la señal de la cruz, no por la coraza ni el casco, romperé sin temor por medio del enemigo.
No pudo cumplir su palabra, porque a las pocas horas los francos pedían la paz.
Después de este suceso, encontramos a Martín en Poitiers, al lado de San Hilario, que le forma en la disciplina religiosa; y de Poitiers vuelve a Panonia para trabajar en la conversión de sus padres. Su celo por la ortodoxia le acarrea el odio de los herejes. Le persiguen, le maltratan, y le dejan medio muerto. En los Alpes estuvo a punto de morir a manos de los ladrones; en Milán, el obispo arriano Maxencio le expulsa de la ciudad después de haberle azotado; despojado y malherido por los hombres, se retira a un islote salvaje, la «Ínsula Gallinaria», una roca que se halla en la costa de Génova, donde no ponen el pie más que las aves marinas, expuesta a los ardores del sol, sin nombre, sin habitantes y desprovista de todo socorro humano. Allí medita y hace penitencia, hasta que en el verano de 360 averigua que su maestro Hilario, desterrado largo tiempo en Oriente, acaba de volver a Poitiers. El apóstol de las Galias había estudiado bastante a los hombres, había orado, sufrido y meditado bastante para creer llegada la hora de realizar sus destinos.
Su primera idea es introducir en la Galia la vida monástica, y va a realizarla, ilustrado y sostenido por los consejos de Hilario. Al efecto, construye una cabaña a cinco millas de Poitiers, en un lugar llamado Ligugé; no tardan en reunírsele otros cristianos deseosos de formarse en la vida penitente; levantan otras celdillas semejantes a la suya, o bien se establecen en las cuevas de las cercanías. En el centro de la ciudad monástica hay un oratorio, donde se reúnen todos para los ejercicios comunes. Ninguno de los ochenta hermanos tenía casa propia: no podían comprar, ni vender, ni se ocupaban en arte alguno, salvo en copiar libros, ejercicio reservado, sobre todo, para los jóvenes. Vestían hábitos de pelo de camello, comían al caer el sol, y nunca bebían vino. El monasterio era, en primer lugar, un refugio abierto a todos los que querían huir del mundo. Pero, además, era una escuela. En él se recibían los candidatos al bautismo para prepararlos a las pruebas del catecumenado. Pero tal vez el principal objetivo del fundador fue crear un semillero de apóstoles, destinados a evangelizar la comarca. Personalmente, satisfacía y armonizaba con aquella obra el doble anhelo de su vida: soledad y apostolado.
De allí sale para hacer sus audaces expediciones contra el paganismo. Se dirige por los pueblos y campos donde aún no se conoce el nombre de Cristo, vence con sus milagros y desenmascara a los adivinos, que predecían el porvenir por el vuelo de las aves y el examen de las vísceras ofrecidas en el sacrificio; confunde a los bardos, que cantaban con el arpa himnos en honor de los dioses; disputa con los druidas, que presidían las ceremonias del culto en medio de los bosques seculares que producen la verbena y el muérdago sagrados; se aprovecha de los dogmas fundamentales del druidismo, la inmortalidad del alma y la recompensa futura de los guerreros valerosos, para levantar los espíritus aun más puro ideal religioso; arremete con los santuarios antiguos, para convertirlos en iglesias y monasterios. Su paso queda señalado con curaciones maravillosas y también con actos heroicos de fe y de valor y de las más extrañas aventuras. Aquí se venera como a mártir a un bandido famoso; Martín evoca su sombra y la obliga a contar sus crímenes delante de la multitud; allí se empeña en derribar un pino sagrado contra la voluntad de sus adoradores; los paganos ceden al fin, pero con la condición de que él se ponga debajo; consiente, y va a ser aplastado por el tronco, cuando a una orden suya, el árbol cambia de dirección; en otra parte, después de incendiar un templo, los aldeanos se arrojan sobre él; uno de ellos tiene ya levantada la espada, pero ante la majestad del obispo, se amedrenta y cae en tierra; o bien se encontraba con un carro lleno de soldados, cuyas mulas se espantaban a su vista, lo cual irritaba de tal modo a aquellos hombres, que le molían a golpes, dejándolo medio muerto.
Su vida es la misma cuando, en 371, le hacen violentamente obispo de Tours. Hay quienes se arrepienten al verle entrar en la ciudad, pálido, demacrado, con la barba desaliñada, rapada la cabeza, y en hábito de pieles, sin aspecto ninguno artificial; pero el pueblo, que ve algo extraordinario en aquellas apariencias mezquinas, le rodea, le aplaude y le introduce triunfalmente en la iglesia. Ahora el centro de su apostolado es su nueva abadía de Marmoutier, cerca de Tours, donde tiene una celda de madera, rodeada de un diminuto jardín. Allí vuelve después de sus correrías por la Turena, el Anjou, París, Sens, Autún, Chartres y Vienne. Organiza las iglesias de la Galia, poniendo en ellas a hombres de su confianza; y algunos de sus discípulos, como Patricio y Paulino de Nola, llevan a lejanos países los frutos de su enseñanza y de sus ejemplos. A impulsos de esta actividad apostólica, nacen en Francia las parroquias rurales. Se alzan en el cruce de las vías romanas, en los antiguos focos de la idolatría, junto a los castros o en las granjas de los grandes propietarios. Con esta institución creó Martín uno de los elementos que más contribuyeron a la formación de la sociedad agrícola del pueblo.
No desplegó menos celo en defender la pureza de la fe que en propagarla. Ponía en guardia a los fieles contra los lazos del arrianismo, y, para defender la fe, no temía presentarse en el palacio del emperador Valentiniano, sospechoso de herejía; pero desconfiaba también del poder civil cuando, con pretexto de defender a la Iglesia, se mostraba como rival celoso de ella, más que como leal auxiliar. Esto es lo que le hizo intervenir en el proceso famoso de Prisciliano. El emperador Máximo gozaba con las visitas del obispo de Tours, y la emperatriz, sobre todo, se sentía tan enajenada en su presencia, que pasaba largas horas oyéndole hablar de la vida futura, de la gloria de los fieles y de la eternidad de los santos, regando los pies del santo con sus lágrimas y enjugándolos con sus cabellos. Hasta rogó a su marido que le permitiese servirle la comida, y ella le preparó toda con sus manos, cubrió la silla con un tapiz, acercó la mesa, presentó el agua para las manos y trajo los manjares que había preparado. Martín aprovechaba aquella confianza para permitirse sus santas libertades. Comía una vez en palacio con los más ilustres personajes, sentado en un pequeño taburete junto al emperador. Enfrente, entre el prefecto y un conde, estaba el sacerdote que le acompañaba. Según costumbre, en la mitad del convite el escanciador presentó la copa a Máximo, el cual mandó llevarla a Martín, por el gusto de recibirla luego de su mano; pero el obispo, después de beber, pasó la copa al sacerdote. Este rasgo fue muy admirado por todos, y en especial por el prefecto Evodio, el más justo de los hombres.
Sin embargo, en aquella corte de Tréveris tuvo Martín uno de los mayores pesares de su vida. Fue con motivo de la causa priscilianista. Varios obispos españoles brujuleaban en ella pidiendo la muerte del heresiarca y sus cómplices. Martín lo supo, y con el fin de hacer prevalecer en el fallo la discreción, se presentó en el palacio. Obtuvo del emperador la promesa de que no se derramaría sangre; pero pronto vio que había sido engañado. Después de la ejecución, se negó, en señal de protesta, a comunicar con aquellos obispos sanguinarios. Sin embargo, se vio obligado a juntarse con ellos para asistir a la ordenación de un santo obispo, y también para conseguir que no se mandase a España una comisión militar encargada de hacer una justicia sumaria. Fue una condescendencia que lloró todo el resto de su vida. Salió precipitadamente de la ciudad, agobiado por la pena. Caminando por un bosque, se sentó a reflexionar sobre su conducta, acusando y defendiendo a la vez en su espíritu aquella debilidad. Sólo la aparición de un ángel pudo traerle un poco de consuelo. Solía decir que desde entonces había perdido algo de su poder contra los demonios.
Ni siquiera los demonios estaban excluidos de su compasión, a pesar de perseguirle de mil maneras. Se presentaban de las formas más variadas: unas veces, parecidos a Júpiter; otras, a Venus o Minerva, y, con más frecuencia, a Mercurio. A cada uno le llamaba por su nombre. Júpiter tenía figura de idiota grosero, pero Mercurio le causaba más repugnancia. Una vez el demonio tomó figura de rey coronado, y haciéndose pasar por Cristo, disputaba con Martín de teología, defendiendo una tesis rigorista con respecto a la salvación. «Tú eres el demonio—exclamó Martín—; pero para que veas cuan equivocado estás, yo te aseguro que a ti mismo, por miserable que seas, si te arrepintieses de tus crímenes, te alcanzaría misericordia.» Aquella bondad natural de su corazón le fue en aumentando con los años. Al fin de su vida ya no se contentaba con dar la mitad de la capa. Aguardaba, un día, el momento de salir a decir misa, vestido de una túnica y un manto, cuando llegó hasta él un pobre casi desnudo. Envió a su arcediano para que le diese con qué cubrirse, pero el arcediano no hizo caso. Entonces, el pobre volvió a su presencia, y él, quitándose la túnica, se la dio. Vino luego el arcediano a avisarle que el pueblo aguardaba. «Antes hay que vestir al pobre», dijo el obispo. Obligado por esta orden, el clérigo compró por cinco sueldos una túnica corta, burda y peluda, y con ella salió Martín a decir misa.
Jamás se olvidó de la santa sencillez. Su asiento en la iglesia era un banquillo de pino. La paja le parecía un lecho demasiado regalado. Sulpicio Severo, su biógrafo, que fue una vez a verle, nos dice: «Es inefable la humildad y la bondad con que me recibió. Cuando llegó la hora de admitirme a su mesa, él mismo me presentó el agua para lavarme las manos, y por la tarde, con las suyas, lavó mis pies. De tal manera me subyugó su autoridad, que no tuve valor de resistir. Nuestra conversación versó acerca de las seducciones y miserias del mundo, y cómo Paulino de Nola había sabido vencerlas. Jamás se le vio triste ni irritado; brillaba en su rostro una alegría celestial, y parecía levantado sobre la naturaleza. Tenía siempre el nombre de Cristo en los labios, y en el corazón la piedad, la paz y la misericordia.» Amaba las bellezas naturales, pero el mundo era para él un libro de teología, un conjunto de símbolos que le hablaban de Dios. Vio un día unos somormujos que perseguían a los peces sin saciar su voracidad. «Aquí tenéis —dijo a los que le acompañaban—una imagen de los demonios que acechan a los imprudentes, los sorprenden y los devoran.» Al ver una oveja recién esquilada, sacó esta enseñanza: «Ha cumplido el precepto evangélico; tenía dos túnicas y ha dado una de ellas. Es un ejemplo para nosotros.» Otra vez, pasando por una pradera, advirtió que una parte estaba hozada por los puercos, en otra los bueyes habían comido la hierba, y en otra, finalmente; podían verse aún intactas las flores con toda su frescura. «He aquí —observó, dirigiéndose a sus compañeros de viaje—la figura del libertinaje, del matrimonio y de la virginidad.»
Su muerte fue serena y confiada, como su vida. Las lágrimas de los suyos parecieron turbarla un momento. Al verlas, no pudo menos de exclamar, llorando él también:
«Señor, si aún puedo hacer algo en tu pueblo, no rehuso el trabajo; hágase tu voluntad.» Como yacía de espaldas contra la tierra, sus discípulos quisieron colocarle más cómodamente, pero él se negó, diciendo: «Dejadme, hijos, mirar al Cielo, para que los ojos vean el camino por donde el alma se va a dirigir hacia su Dios.» Y continuó, viendo al demonio a su lado: «¿Qué haces aquí, mala bestia? Nada tuyo encontrarás en mí; voy a ser recibido en el seno de Abraham.» Estas fueron las últimas palabras de aquel hombre extraordinario.

lunes, 22 de octubre de 2012

SI ME VES CANSADO

    Si me ves cansado, fuera del sendero, ya casi sin fuerzas para hacer el camino.
Si me ves sintiendo que la vida es dura, porque ya no puedo,
porque ya no sigo.
Ven a recordarme cómo es un comienzo, ven a desafiarme con tu desafío. Muéveme en el alma, vuélveme al impulso, llévame a mí mismo.
Yo sabré entonces encender mi lámpara en el tiempo oscuro y entre el viento frío volveré a ser fuego desde brasas quietas que alumbren y revivan a mi andar peregrino.
Vuelve a susurrarme aquella consigna del primer paso para un principio.
Muéstrame la garra que se necesita para levantarse desde lo caído.


Si me ves cansado fuera del sendero, sin ver más espacios que el de los abismos.
Trae a mi memoria que también hay puentes, que también hay cosas que no hemos visto.
Que vamos armados de fe y de bravura, que seremos siempre lo que hemos creído.
Que somos guerreros de la vida, y todo nos guía hacia nuestro sitio.
Que un primer paso y que un nuevo empeño, nos lleva a la forma de no ser vencidos.
Que el árbol se dobla, agita, estremece, deshoja y retoña, pero queda erguido.
Que el único trecho que da el adelante es aquél que cubre nuestro pie extendido.


Si me ves cansado, fuera del sendero, solitario y triste, quebrado y herido, siéntate a mi lado, tómame las manos, entra por mis ojos hasta mi escondrijo.
Y dime se puede e insiste: se puede, hasta que yo entienda que puedo lo mismo.
Que tu voz despierte, desde tu certeza, al que de cansancio se quedó dormido.
Y tal vez, si quieres, préstame tus brazos, para incorporarme, nuevo y decidido.
Que la unión es triunfo cuando ambos vamos con el mismo brío.


Si me ves cansado, fuera del sendero, lleva mi mirada hacia tu camino hazme ver las huellas, que allá están marcadas, de un paso tras otro por donde has venido.
Y vendrá contigo una madrugada, la voz insistente para un nuevo inicio.
Que abriré otro rumbo porque sí, he creído, que siempre se puede, se puede, mi amigo.
(Vera da Carvalho)

http://www.bing.com/videos/search?q=si+me+ves+cansado&view=detail&mid=71BFB9CA7D39CC5A658471BFB9CA7D39CC5A6584&first=0&qpvt=si+me+ves+cansado

viernes, 12 de octubre de 2012

¿DÓNDE QUEDA LO QUE NO DIGO?


Llevo tiempo buscando…
busco palabras y voces calladas.

Hace años, en la noche,
escribí un poema a las estrellas,
pero el amanecer se lo llevó.

Dejé una canción en la playa
y las olas la ocultaron.


Quise gritar a las nubes
y el viento disipó mi voz.

La tormenta borró el rastro
de algo que un día quise decir.

¿Qué fue de aquello que un día escribí,
de esas cosas que nadie leyó,
escritas en un papel
 y cuyas letras, el tiempo olvidó?.




miércoles, 3 de octubre de 2012

SUJETO A NADA


No conozco nada y nada me preocupa,
no veo diferencia entre el sí y el no,
no veo diferencia entre el bien y el mal,
no temo aquello que la gente teme en la noche.

La gente está feliz como en una fiesta suntuosa,
pero yo permanezco tranquilo y vagabundeando,
como un recién nacido antes de aprender a sonreír,
solitario, sin hogar.



La gente tiene lo suficiente y comparte,
pero yo no poseo nada
y mi corazón es ignorante,
turbio y ensombrecido.

La gente está radiante y segura,
mientras yo sigo ciego y confuso;
la gente es inteligente y sabia,
mientras permanezco torpe e ignorante,
sin objetivos, como una ola en la superficie del mar,
sujeto a nada.

La gente está ocupada con un propósito,
mientras sigo paralizado y tosco.
Estoy aparte del resto de la gente,
todavía sostenido por la naturaleza.



sábado, 29 de septiembre de 2012

AMO EL AMOR DE LOS MARINEROS


Para que nada nos amarre,
que no nos una nada.
Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.

Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.
Para que nada nos amarre,
que no nos una nada.

Amo el amor de los marineros que besan y se van.
Dejan una promesa, no vuelven nunca más.
En cada puerto una mujer espera;
los marineros besan y se van.
Una noche se acuestan con la muerte en el lecho de la mar.

Desde el fondo de ti y arrodillado,
un niño triste como yo nos mira.
Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.

Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.
Por sus ojos abiertos en la tierra,
veré en los tuyos lágrimas un día.
Amo el amor de los marineros que besan y se van.

Amor que puede ser eterno y puede ser fugaz.
En cada puerto una mujer espera;
los marineros besan y se van.
Una noche se acuestan con la muerte en el lecho de la mar.
(P. Neruda/J. Sabina)



domingo, 16 de septiembre de 2012

EL DÍA QUE ME QUIERAS


Acaricia mi ensueño
el suave murmullo de tu suspirar,
cómo ríe la vida
si tus ojos negros me quieren mirar.

Y si es mío el amparo
de tu risa leve que es como un cantar,
ella aquieta mi herida,
todo, todo se olvida.

El día que me quieras
la rosa que engalana
se vestirá de fiesta
con su mejor color.

Al viento las campanas

dirán que ya eres mía,
y locas las fontanas
me contarán tu amor.

La noche que me quieras
desde el azul del cielo,
las estrellas celosas
nos mirarán al pasar
y un rayo misterioso
hará nido en tu pelo,
luciérnaga curiosa
que verá
que eres mi consuelo.

El día que me quieras
no habrá más que armonías,
será clara la aurora
y alegre el manantial.

Traerá quieta la brisa
rumor de melodías
y nos darán las fuentes
su canto de cristal.

El día que me quieras
endulzará sus cuerdas
el pájaro cantor,
florecerá la vida
y no sentirá el dolor.
(C. Gardel)

jueves, 30 de agosto de 2012

TRÁTAME BIEN


Camino del cine en los cristales vi
otra película, la de la calle,
mundo de ruido y fronteras,
de sueños y cristal.

Camino del cine en las esquinas vi
la película de la soledad,
gente que viste bien
pero contesta mal.

Camino del cine en los gestos vi
una película de amor, de temblor,
todo se enciende
y se apaga en un final.

Camino del cine en las calles vi
otra película en un mundo en duelo
un hombre juega al golf
con un bastón de ciego.

Camino del cine en los bares vi
otra película, todo el mundo grita
 y alguien dice no como si dijera sí.

Mundo de ruido y fronteras,
de sueños y cristal.

Al volver del cine oí:
Trátame bien.
Te trataré bien.
Quizás nos salvará la delicadeza,
o tal vez la gentileza.



 Quizás nos salvará la gracia...
Marina Rossell

domingo, 26 de agosto de 2012

IMAGINA


Imagina que no hay paraíso,
es fácil si lo intentas,
ningún infierno bajo nosotros
y por encima sólo nuestro cielo.

Imagina a toda la gente
viviendo para el presente,
imagina que no hay países,
no es difícil imaginarlo,
nada ni nadie para matar o morir
y tampoco religiones.

Imagina todos los pueblos
viviendo la vida en paz,
tú, tú puedes decirlo
yo soy un soñador
pero no soy el único.

Mi esperanza es que un día
tú te unirás a nosotros
y el mundo será uno sólo.

Imagina que no hay posesiones;
me pregunto si tu consigues
sin necesidad de avaricia o hambre
una hermandad entre los hombres.

Imagina a toda la gente
compartiendo todo el mundo,
tú, tú puedes decirlo
yo soy un soñador
pero no soy el único.

Mi esperanza es que un día
tú te unirás a nosotros
y el mundo será uno sólo.


sábado, 18 de agosto de 2012

MEA EL REY...


Verás entre meadas y meadas,
más meadas de todas las larguras:
unas de perros, otras son de curas
y otras quizá de monjas disfrazadas.

Las verás lentas o precipitadas,
tristes o alegres, dulces y blandas.
 
Duras meadas en las noches más oscuras
o en las más luminosas madrugadas.
 
Piedras felices, que quien no las mea,
si es que no tiene retención de orina
si es que no ha muerto,
es que está expirando.

Mean las fuentes...
Por la luz humea...
 una ardiente meada cristalina...
 
Y alzo la pata... pues me estoy meando.
Veo el líquido amarillo manar y descanso
de mi terca sequía,  de mi vaga vejiga.

Y  parece vuelvo a la normalidad

con el fluir del líquido humano,
chorreante y alegre,
pajizo y sano.

sábado, 21 de julio de 2012

HACIA UN PAIS DE CARPANTAS


Fue Carpanta un personaje de comic creado a finales de los cuarenta del siglo pasado y que continuó durante varias décadas reflejando las penurias y aprietos de aquellos difíciles años de la posguerra.


Al paso que vamos, el entrañable amigo de la revista juvenil Pulgarcito va a estar de plena actualidad nuevamente. Los estómagos comenzarán a sonar con ese rítmico lamento, llamado hambre.

"Fuimos a comer a un restaurante  y nos sirvieron en un comedor que a mí me pareció inmenso. Desgraciadamente, no pude comer nada. Me era imposible tragar. Aquel día estaba malito.Y, además, tenía un hambre canina. A veces he pensado que en aquel comedor flotaba ya el espíritu de Carpanta"...
(Escobar)

domingo, 15 de julio de 2012

¡¿FELIZ VERANO?!

Feliz verano, si nos dejan...
Me hubiera gustado poner otro texto,
hablar del verano azul y de las verdes montañas,
pero éstas  también se queman...;
hablar de destinos en vacaciones...,
pero en las circunstancias en las que nos encontramos,
son otros titulares  los que en el escritorio
se nos cuelan:
son las portadas de nuestros diarios.
Después de meses de Gobierno, arrastrando los pies
sin saber qué hacer ni dónde ir,
como pato mareado,
al igual que Moisés tras su larga estancia en la cima del monte,
bajó con la tabla bajo el brazo...
!Qué horror de decálogo para el ciudadano!
Nada para los intocables (¿?)...;
los amnistiados fiscales con el diez por ciento de peaje
lo han tenido más fácil (¿?)...
A pesar de todo,
quede mi deseo de feliz verano,
pues como dice el poeta:
” Si estás vivo, estás vivo,
¡Enhorabuena!”
Y que haya solidaridad ante el
“sálvese quien pueda”
que desde los ministerios nos pregonan con la
sanidad, educación... etcétera. ¡Basta ya!
Lo dicho, pese a este caos,
fervientes deseos de un
 ¡FELIZ VERANO!



(Soy lo que siento)