viernes, 13 de abril de 2012

CAMINO DE IMPERFECCIÓN

La centenaria tortuga gigante de pieles plegadas y verrugas en su cara, desplaza su paso lento y roto hacia adivina, si tienes paciencia, qué parte.
Un elefante desdentado muere de inanición y se dispone a dirigirse a su cementerio.
El tronco del árbol derribado deja contar centenas de círculos concéntricos que ocultaban su accidentada corteza.
Decían que aún estaba en proceso de crecimiento, que los músculos estaban por desarrollarse, los órganos internos habían de madurar todavía, como las capacidades cerebrales. Y crecí, aunque no me separé mucho del suelo.
No sé en qué fase debo considerar a mi cuerpo, pero, en cambio, observo que mi aspecto no se ha detenido, no se ha congelado desde el momento en que, indudablemente, dejé de ser niño o adolescente.
Descarto que se esté produciendo un gradual deterioro biológico, hasta que dé comienzo la fase de deterioro acelerado. El álbum cronológico de fotos muestra una decadencia discontinua. He observado fotos más tardías en las que las facciones parecían más juveniles que en otras anteriores.
Sostengo que la edad, simplemente, es una evolución, una transformación.
Uno nace y, a partir de ahí, su cuerpo experimenta mutaciones: gana altura, le nace el pelo, salen unos dientes, se caen, salen otros; se desarrollan unas partes del cuerpo, crece vello; se alarga el rostro, la gesticulación se hace notar en forma de arruguitas de expresión y de postura; el uso insistente de las articulaciones, las desgastan, ceden una piel que se pliega sobre nudillos, codos, rodillas; el esfuerzo reiterado o profesional de un músculo, lo desarrolla; se resiente de lesiones, queda marcado con heridas, quemaduras, incisiones quirúrgicas, fracturas; aquejado de lumbalgias, reumas; sus cabellos dejan de ser pigmentados, su espalda se encorva, caen piezas dentales…
Cuándo o dónde la esperanza de vida es de cincuenta años, pongamos por caso, la canosidad, la menopausia, la atrofia muscular…, podían considerarse como signos inequívocos de final, pero los años han demostrado que, en todo caso, son signos del paso de un tiempo respecto al nacimiento y que lo que hoy nos parecen características terminales den paso a otros rasgos físicos que desconocemos.


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